Descripción
Suspendidos entre mutismos y chillidos,
aturdidos por la melancolía de la noche, nos
convertimos en testigos y espectadores de un
pasado que vuelve bajo las ilusorias apariencias
de minúsculos fragmentos de recuerdos que
dejan aliento solo a una intensa e inmortal
memoria de algo perdido.
En este silencio de palabras no dichas, que no
conseguimos dejar escapar de la añeja jaula de
nuestra alma, nos clausuramos.
Palabras armonizadas en una canción triste
y enloquecida que cuenta de nosotros con la
dramática hermosura del último canto de un
cisne, palabras que, desoladas, empiezan una
taciturna balada que nunca se escucha, una
dulce sinfonía de acordes que nace y muere en
unas hojas aplastadas.
Nos seguimos perdiendo en esa nostalgia de
un ayer que es un hoy, de un pasado siempre
presente. Sin tregua.
En ese limbo etéreo, perdidos en la luz efímera
del día que alardea de su fulgor, buscamos
nuestras palabras, con la memoria de quien ama
que recorta distancias.
Y aguardamos el momento para liberarlas.
El mío ha llegado.
Humphrey –
¡Qué grande, Raffaella Corsini!